jueves, 22 de julio de 2010

Algo sobre él, algo sobre ti, algo sobre nadie.

ALGO SOBRE ÉL, ALGO SOBRE TI, ALGO SOBRE NADIE.


Allí estaba de nuevo con lágrimas en los ojos, algunas las cuales eran de felicidad otras simplemente de tristeza, esa tristeza que la embargaba cuando pensaba en él, en ti…

No sabía si él vería algún día esas palabras, una parte de ella no lo quería y otra lo añoraba, deseaba que por fin él se enterara de lo que en realidad pasó, lo que en realidad sintió, lo que en realidad siento.

Es de idiotas pensar que me quieres, es de idiotas cree lo que dices, no porque digas mentiras, si no porque todo simplemente es imposible, porque nada es real, porque tú no eres real.

¿Qué piensa?, ¿Qué siente? Eso mismo le gustaría saber, eso mismo se pregunta días tras día, pero aún no lo comprende, no se entiende, no es que sea bipolar, sino que simplemente en ocasiones no quiere nada, no quiere a nadie, ni siquiera lo quiere a él.

¿Qué sé de él?, Poco, muy poco, lo conozco a medias, es como tener un rompecabezas de mil fichas de el cual sólo conoces cien y estas no están juntas si no dispersas. Por eso que he conocido, puedo asegurar que es alguien de buenos sentimientos, alguien que se merece todo, alguien a quien sólo le basta ser simplemente él para robarte una sonrisa y si te descuidas te roba el corazón. Alguien pequeño en cuerpo de grande, alguien tan niño que en algunas ocasiones te preguntas si es él en realidad y algunas veces alguien tan grande y maduro que te sientes un completo idiota hablándole, Ahí es cuando recuerdo que no existe, que no eres real, que nada es real.

En este último año le han pasado cosas tan extrañas que si lo piensas te das cuenta que todo es imposible, que nada pudo ser, ¿Cómo olvidarlo cuando todo te recuerda a él? Y simplemente esto pasa porque lo necesitas, porque no eres nada sin él pero a veces sólo a veces tanto cuando estás lejos de mí.

Él se pregunta por qué habla con él, pero ella sabe que tiene la respuesta, simplemente que quiere que ella lo diga, que salga de sus labios esas palabras que lo harían morir y volver a nacer si fuera necesario, pero ella no quiere aceptar que lo ama, no quiere aceptar que ama a un imposible, a un no-puede-ser, saber eso la mata, hace que lo odie, que quiera que desaparezca, es que acaso no se da cuenta que cree que juega con ella?, qué no le importa?, no, no lo entiende porque no es así, simplemente porque la culpable de todo esto ha sido ella misma, porque debería estar muy lejos de él, muy lejos de ti.

Aquí es cuando me arrepiento de haber escrito esto, cuando me veo rompiendo esta hoja para que nadie la vea, para que nadie sepa lo que pienso, lo que siento, para que nadie me conozca, pero sé que eso no pasará, que esto escrito a nadie en unos minutos estará en esa caja dorada que se encuentra en el último cajón del escritorio con un montón de cartas más sobre él, sobre ti, sobre nadie.

Laura Catalina Sanabria Rangel.

martes, 20 de julio de 2010

Desde las celdas de mi incapacidad

DESDE LAS CELDAS DE MI INCAPACIDAD

Mirar al techo de la infinita bóveda es más bien mi única distracción. Es soñar con poder traspasar estas invisibles y aunque tangibles paredes, por desgracia, sólo para unos pocos, o conformarme con la asquerosa realidad del cotidiano vivir, convirtiéndome, por lo tanto, en aquello que tanto he luchado por erradicar: alguien más del montón.

La verdad es que muchos me han repetido una y otra vez que la vida es lo que queremos hacer de ella y que si caemos debemos, sino es que tenemos, que levantarnos de nuevo. ¡¿Es que acaso nunca se escucharon?! ¡¿Es que hallaron la tan buscada fórmula “lógicamente” posible, hay que aclarar, de creer y defender un ideal pero, sorprendentemente, no practicarlo al mismo tiempo?!, porque lo cierto es que a la vez que pronunciaron palabras con tanto sentido y el mundo pudo al fin, después de tanto tiempo, ver un atisbo de esperanza, muchos de ellos se conformaron y quedaron tumbados en el sucio fango, al tomar la decisión de vivir como repugnantes cerdos en él, tantos, debo decir, que el mundo se fue convirtiendo poco a poco en un indestructible esquema, el cual mandaba que los bailarines se rigieran por una inquebrantable secuencia de movimientos tal marionetas, y donde un estúpido “profesor” tenía la tan mal llamada “autoridad” o “capacidad” de hacer los cambios que se le plazcan en la obra, solamente, porque así se le ocurría, o porque desea pasar a un primer plano, donde el talento de los demás se convertiría en un mito, uno imposible de contemplar, e inclusive, si quiera pensar en demostrar; claro está, los bailarines nunca se quisieron dar cuenta de ello, porque por más que no podría ser más obvio, era como una regla taparse los ojos con una venda, donde los pequeños y escasos rayos de luz que pasaran por esta, eran controlados completamente por el querido "profesor", pero,¿ qué pasaba con los bailarines que se quitaban la venda? Nada, eso pasaba, porque los demás lo ignoraban y por más que quisiera llevarlos a comprender lo que se hacían, era solamente el bufón de la historia.

Es así como con el paso del tiempo llegaría a sentirme igual que un preso vestido a cuadros color morado y naranja, que aunque trata con todas sus fuerzas de convertirse en blanco y negro como los demás, su sentido de la realidad y su moral no se lo permiten. A veces me siento como un excelente artista que expone sus obras pero que simplemente son demasiado arte para el ojo de la sociedad que, curiosamente, tanto pide a gritos un maldito color y se queja de tan poca de creatividad, pero que cuando se la dan la clasifica de loca e incluso irónica, mas no necesaria.

Tan bajo hemos caído que hasta los verdaderos pensadores de nuestra época, porque les ha toca vivir en esta, no tienen el valor suficiente de salir y decir que la tierra es redonda, que somos nosotros quienes giramos alrededor del sol, que podemos llegar al otro lado del mundo tanto por el este como por el oeste, o que simplemente queremos hacer cumplir un sueño; porque tan pronto alguien intenta hacerlo, y aunque el resto del mundo sea completamente consciente de que es necesario y verídico, no recibirá más que criticas, abucheos y hasta encierros, sólo, “porque así lo manda la ley”.

¿Cómo lo sé?, porque yo he querido ir contra la corriente del río, no porque tuviera un complejo y no quisiera seguir al resto, sino porque sé que en su cauce no está la solución de lo que vivimos, porque he sido uno de esos bailarines que muchas veces se han quitado la venda y vuelto a ponérsela por la presión de sus compañeros, porque soy uno de esos que por más que intenta cambiar el trayecto de las cosas y se ha levantado un millón de veces, no ha podido hacer nada sin el apoyo de la tan ignorante y malcriada sociedad.

Es aquí, desde las celdas de mi propia incapacidad, que mi historia se comienza a redactar.

Catalina Rodríguez

viernes, 2 de julio de 2010

EL FIN O EL INICIO

.EL FIN O EL INICIO.

Miraba al techo, sentía como cada gota de sangre salía de mi interior, no era que quisiera acabar con mi vida, solamente que no estaba lista para seguir luchando por ella.

Unos minutos antes me encontraba parada al lado de la ventada viendo a través del cristal a un grupo de chicas pasar por allí con su tan conocida mirada de coqueteo, moviendo su cabello y riendo como tontas para hacerse notar frente a los chicos. De repente, comenzó a llover, era tan bello poder ver como las gotas de agua caían, y así reflejar, en un simple momento, todo lo que sentía hasta entonces. Pude ver como el grupo de chicos corría en busca de un lugar donde no mojarse, ¿por qué les era tan repulsiva el agua?. Cuánto no daría yo por estar allí afuera y disfrutar de aquel momento.

Todo había sucedido tan rápido que no tuve tiempo de reaccionar de otra manera más que la con la aceptación. En ese instante pude escuchar cómo la puerta se abría de par en par dando paso a aquel personaje, atrapándome a la vez solamente en sus ojos intensamente llenos de odio y amor a la vez, con una mirada profundamente amenazadora mientras caminaba rápidamente hacia mí. No le temía, sabía lo que venía a hacer y también sabía, que no podía hacer nada para detenerlo. Me miró a los ojos, acarició mis mejillas y justo en ese momento atravesó mi cuerpo con un cuchillo. Vi como sus lágrimas se deslizaban por su cara, caí al suelo instantáneamente y dejé que la felicidad me embargara, ya hacía bastante que esperaba algo como esto y nadie se había dado el lujo de darme el gusto.

Miraba el techo mientras él daba los últimos pasos hacia la puerta, - Te amo –le dije, volteó instantáneamente y pude ver en sus ojos un atisbo de duda, durante esos segundos en los que le estaba dando fin a mi vida nunca vi ni siquiera un poco, sí, desesperación tal vez sí, pero nunca duda; es curioso ver como unas simples palabras pueden significar tanto para algunas personas. Sonreí para mis adentros, definitivamente había disfrutado mi última broma en vida, mi última mentira en honor a quien había tenido la valentía de ponerle fin a mis días, mi última estrategia para permanecer en sus pensamientos cada vez que algo le recordara mi nombre o el hecho de morir o de matar, mi última obra con cordura. No supe qué fue lo hizo, sólo escuche un fuerte golpe y pasos acelerados bajando las escaleras.

Pero todo eso ya no importaba, todo lo humano, todo lo mortal como lo era yo, ya no importaba, lo sentía, era poco lo que faltaba para morir, sólo me quedaban fuerzas para cerrar los ojos, ya que lo que más esperaba de la muerte, era eso, el fin, no una segunda vida a la que tantos aspiran.


Catalina Rodríguez.