Alex se movió a mi lado, al parecer lo había despertado, y no sólo eso, ¡se estaba burlando de mí!
-¿De nuevo tratando de salir corriendo por la ventana? Si lo que querías era sólo pasar un buen rato, al menos deja una propina para poder pagar la habitación.
Sus dientes resplandecían con los pocos rayos de luz que se podían colar por la ventana, y sus labios formaban una sonrisa burlona en medio de aquel rostro perfecto.
Eran esas pequeñas bromas una de las cosas que más adoraba de él, sin mencionar que era el único que había podido captar mis comentarios sarcásticos a la primera.
Nos besamos por un buen tiempo hasta que su celular sonó. Al principio lo dejó, pero como no paraba decidió contestar.
-¿Hola?
Hubo un silencio incómodo y su cara cambió de inmediato.
Ahora se paraba de la cama y se iba al baño. ¿Qué estaba sucediendo?, de nuevo evitaba mirarme mientras caminaba. Cerró la puerta y pude escuchar su voz decir que no le era posible hacer algo, antes de que abriera la llave de la ducha, pero, ¿qué?.
De nuevo con los pies en la tierra miré a mi alrededor, había una panadería cerca, pero era mejor estar más lejos que tan sólo unos metros del hotel, por lo comencé a caminar.
-Lo siento, n-o h-a-b-l-o i-t-a-l-i-a-n-o.
-Oh- su cara quedó inexpresiva, se notaba que no hallaba qué hacer en aquel momento, así que sólo me dejó la carta en la mesa.
Una sonrisa se asomó a mi rostro, era divertido estar completamente aislada de todos, pero casi de inmediato volvió a mí la escena ocurrida en el hotel, haciendo que el sudor empezara a emanar de mi frente.
Me levanté del asiento, no tenía caso, no entendía nada de lo que decía la carta, así que compré un cigarrillo y me marché del establecimiento después de prenderlo.
Pude escuchar las campanas de la iglesia del lado, campanas que me remontaban a tiempos de antaño donde mi madre me llevaba de pequeña a alguna celebración, campanas que en aquella situación me recordaron que ya había estado fuera demasiado tiempo. ¡Genial!, ahora tendría que inventarme alguna historia para explicar mi ausencia.
El cigarro se desvanecía, pero mi mente trabajaba aún más deprisa. Ya hacía dos años que había pasado lo mismo: recibía llamadas inesperadas a las que siempre respondía con un secretismos infernal y evitaba mi mirada al hablar, sin mencionar que mantenía siempre su celular fuera de mi alcance. Sí, lo sé, son estupideces la verdad, estupideces que al principio sólo parecían eso y las tomé como tal, pero no lo estaría diciendo ahora mismo si no fuera por una verdadera razón.
Durante una noche de otoño en la que había recibido varias llamadas, creyéndome dormida tal vez, contestó una de esas. No dijo nada en particular o sospechoso, por lo que olvidé el asunto y me quedé dormida demasiado pronto (strike uno), la verdad ya estaba acostumbrada (strike dos), al fin y al cabo nada podía suceder (strike tres, y fuera). Al amanecer, junto a mí, no encontré nada o nadie, a excepción de una pequeña nota con su letra: “No te preocupes, llegaré pronto”. Al parecer su pronto tenía un significado nada parecido al mío. La verdad pasaron días, semanas, tras de aquello meses, y justo antes de que mis esperanzas desaparecieran volvió.
Ya estaba frente al hotel, demasiado pronto para mi gusto, pero ya no tenía caso dar media vuelta y tener que regresar de nuevo. Aún permanecía el aroma dulzón de hacía un tiempo, pero la atmósfera era distinta: ya no se respiraba la tranquilidad de cuando salí, incluso, se podía escuchar entre sollozos los gritos de una mujer desesperada, y alguien del personal dando órdenes que no pude apreciar.
Justo cuando entré al vestíbulo se cerraron las puertas y quedé dentro, atrapada como los demás. La verdad no entendía para nada la escena y aunque muchos trataron de explicármela, no captaba ni pizca de lo que decían. Por más que lo intentara sólo lograba presenciar terror y confusión, nada común para mi ambiente, pero cuando estaba a punto de perder los estribos Alex aparece bajando las escaleras. Su reacción fue inmediata, se abalanzó sobre mí y me abrazó.
Creo que pudo ver la confusión en mis ojos y los mil interrogantes que estaba a punto de lanzarle como bombas, porque me respondió de inmediato sin haber pronunciado una palabra.
-Hay un asesino en el hotel.