lunes, 22 de marzo de 2010

CUENTO CORTO DE ESTA SEMANA.

¿Dentro o fuera?


La pregunta finalmente después de todo ese viaje era, ¿Iba a salir o no de aquél lugar? Porque en resumen, todo acababa siempre allí. No importaban los dilemas del día, no importaba la azaña de la jornada, no importaba los fracasos, las dudas, lo hecho o que dejara de hacer. Éste era siempre el final del camino, la última cara de todo cuanto sucedía.


Cuatro paredes. Un olor ya bien conocido, que no se distinguía, pero que tenía mucho de sudor, comida, desgaste. Era un olor denso, cotidiano. Con sus cuatro lados, formaba una gran cara que no decía nada. Hablaba de muchos momentos, de muchas cosas, pero siempre, cuando se la reducía al momento de contemplarlo, no había mayor significado. Era sencillamente un cuarto, repleto de objetos-recuerdo, cosas llenas de valores que en el momento de presentarse perdían todo su significado.¿Qué hacer?, ¿salir? Siempre la misma respuesta. Era lógico, que apra un problema que nunca acabará, la necesidad lo obligara a postergarlo con la misma estrategia una y otra vez.


Sin embargo, ese día era diferente. La sola idea de colaborar con ese círculo vicioso de devenires, de reflejos idénticos de situaciones ya vividas, en ese momento, era insoportable. Antes de terminar allí, en ese lugar, fue lo mismo. Todo un largo camino para sencillamente concluir: Hay que hacer lo mismo de siempre (mismisidad de las mismisidades), y negarse, y saturarse de pensamientos desesperados, y finalmente, terminar allí.


¿Y cuál era aquella respuesta repetitiva, que tanto lo atría?. El ritual por excelencia de nuestro momento, ese que permite olvidar todo y entrar en una especie de transfiguración de la personalidad en donde se tiene la vaga sensación de "todo es posible", que aunque en el fondo se sabe que todo es falso, igual se hace, porque con algo ahyq eu sublimar una existencia a la que no somos capaces de darle ningún giro ni de abrir ninguna de sus puertas. Y ese ritual con sistía en la siempre basta y muy ridícula ingesta de brebajes depresivos, con el resultado común de la payasada, la altanería, la coqueteria barata, y aveces, tal vez una patetica crisis. Para dejarlo en claro: La borrachera. Por lo general, presentada en muchas modalidades; Sentado en un andén, metido en una fiesta, o en el fondo d eun antro oscuro llamado bar.


Ah, sí. Hacía años que lo había aceptado. Una respuesta fácil. Mira, tomáte esto y tenés resueltos todos tus dilemas existenciales por los proximos diez años. Y, si tenés suerte, puede que para toda la vida, aunque, no te garantiza algunos malos ratos. Y así s epudren millares de vidas, y uno ya no sabe, ¿me pierdo yo también?¿me emborracho esta noche?. Porque, mierda, no soy capaz de quedarme en esta tumba de cuatro paredes con cama, yo solo, con mis pensamientos. ¡NO!.


Y continuaba justificándose. En el bus lo atacaron, como en una incursión de bombarderos que en lugar de bombas le soltaban pensamientos desgarradores que abatían las bases de su estabilidad psíquica, emocional. En el bus le habían dado bastante duro, incluso tuvo que colocar lo más melancólico que pudo en el reproductor de música, para eso de extripar un poco de veneno que ya lo corroía. Estaba saturado de ideas, contradictorias todas, unas que lo impulzaban a romper con el esquema, otras que lo invitaban a hundirse bajo un lodazal de pretextos, y otras, más numerosas, que lo seducían para colaborar con la corriente de sin sentidos que dominaba a su generación entera.
Pero, al bajar del bus, había tomado ya una determinación, y por eso, aun no cedía. Al bajarse, que de paso sea dicho, se bajó mucho antes de su parada, había decidido hacer algo distinto con su existencia. No sabía que, pue spor supuesto era claro que no tenía nada claro en la cabeza. Pero, con el caminar, descubrió que el movimiento rítmico de sus pies, de alguna manera, evacuaban parte de esos pensamientos excesivos que lo invadían. Y bueno, ya no importaba tanto que en una universidad se sintiera como un cero a la izquierda, y si la mayoria de clases y estudiantes eran mediocres, sencillamente se quedaba con lo poco que pudiera salvar, la profesora que le inspiraba respeto y admiración, y los trabajos que le daban algún orgullo. En definitiva, una vía escape, eso de caminar.



Y en plena caminata, justo cuando más difícil s eponia la discusión consigo mismo, sobre si debia cambiar de amistades, huir d ela casa, empezar a drogarse, o cualquier otra cosa, "el loco". ¿Es esto lo que llaman concidencias?. Pudo encontrarse al loco allí parado, sosteniéndose apenas contra la pared, reventado de furia, dándole una paliza a una lata, para luego, reaccionar contra el muroq ue lo sostenía, y emprendarla a puñetazos contra este, sacarse en un solo movimiento el saco, mandarloa volar al aire, gritar, bufear, babear, brincar lleno de histerismo, dar vueltas, mirarle, decirle "vida puerca", girarse de nuevo, zapatear, dar patadas, y seguir atacando esa barrera invisible que lo asfixiaba, no parecía otra cosa que una coincidencia sublime. Y para él, en ese momento, era más bien como una revelación. "Hacia allá voy", se decía, suponiendo que si continuaba pensando demasiado, eso le pasaría. Ese era él, El Loco no existía, era solo un reflejo de su propia paranoia interior, reventandose las manos contra muros que no podía derribar, inflándoce de rabia y babeando el suelo lleno de frustración. Ah sí, podés odiar el mundo todo lo que querás, ¿y qué?, claro que no, no hacés una mierda, una diferencia, no hacés nada. En ese momento, siq ue se rindió y estuvo a punto de llamar a alguno que le facilitara la borrachera de esa misma noche, pero no. Termino en el cuarto, y seguía la pregunta, ¿Dentro o fuera?




Juan Pablo Sirolli



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