sábado, 12 de febrero de 2011

MENTE DE UN PSICÓPATA

Son las esperanzas que irónicamente entre más grandes más rápido se destruyen. Y sí, es cierto, se puede soñar por mayor pero los resultados siempre van a estar en déficit. Yo personalmente ya he hecho suficiente con apenas tratar. ¡Pero qué más da!. Mi nombre es Ignacio Puertas. Maldito apellido el que me acompaña. Me perdonarán, pero es que no tiene gracia. Puertas, como si enserio existieran o siquiera estuvieran abiertas.

Durante varios años estudié literatura... bueno, trataron de enseñarme, porque la verdad es que no le encuentro ni un poco de interés al asunto e incluso he llegado a preguntarme por qué carajos escogí la carrera como pasatiempo. No era, no soy y nunca seré ni un gran poeta como Poe, ni novelista como Vargas Lloza, mucho menos gran escritor como Pombo o por lo menos alguien como Gabo. La verdad es que soy simplemente un pequeño ser insignificante que está deprimido por la parte de mundo que le tocó. Mi familia no lo entiende, dice que estoy mentalmente enfermo y aunque no sé si creerles o seguir con mi patética simulación de vida, siempre me han tachado de extraño idealista y estúpido anarquista. La verdad es que simplemente quisiera poder ver cómo sería el mundo sin un Puertas y mucho menos un Ignacio. ¿pero a quién se le cumple lo que quiere?. Muchos desean, otros dicen que luchan, y yo bueno, yo simplemente quiero. Quisiera poder volar, quisiera poder vivir sin aire, quisiera amar o al menos poder querer cosas un poco menos delirantes. Sí, quisiera. Quisiera, como si nadie quisiera.

Grandes siluetas se forman en las sombras, pero resultan siendo sólo eso, sombras que no dan para más, formas que en cierto punto llegan a ser parte de nuestra imaginación y por tal es la única muestra honesta de nuestra alma. O al menos eso era lo que pensaba yo.

Mi nombre es Calisto Bermúdez, era antes un hermoso pájaro, luego un pez en medio del inmenso océano, tras de eso cupido y ahora un simple mortal. ¿Qué podría decirles?, no es que pueda considerarme un hombre medianamente decente, generalmente todo el tiempo tiendo a tener delirios de grandeza y aunque sean tanto que deba confesarlos, puedo lograr ver lo que algunos no ven, sentir lo que pocos sienten y escuchar lo que nadie escucha. Sí, soy un ser que vive en su mundo (sería mejor aclarar que soy un ser que pudo formarlo, vivir en él y permanecer allí); Soy, como muchos me llamarían, Dios.

Mi reino no es tan solo todo lo formado, ni mucho menos la mínima parte de lo que se ve. Mi reino no existe allá, ni más abajo, ni más arriba porque mi reino, mi casa, mi hogar está aquí. Me tacharán de loco, de artísta, poeta, mujeriego o tan solo vagabundo. La verdad es que no me importa lo que piensen, porque yo sí tengo abiertos los ojos, veo colores que pocos conocen, siluetas que nadie distingue y seres increíbles.

Durante varios años me llamaron Señor, luego el creador y después de eso ya ni tenía importancia. Al principio todos me seguían y ahora, con el pasar de los años, me alaban. Misteriosas y crédulas criaturas que sí son. !Que viva la simpleza de esta forma de vida¡

Encerrado algunas veces pensaba que la loca llegaría en algún momento. Mis compañeros decían ser entes sobrenaturales, pero ¿quién podría ser tan estúpidamente ingenuo?. Unos debían salvar el planeta de la invasión extraterrestre, otros creían creer que eran grandes jugadores y muchos fingían tener una vida. Yo por mi parte me limitaba a levantar la cabeza y tratar de recordar los muchos lapsus de tiempo en los que me perdía.

Durante varios años solía visitar, no ser visitado. Pensaba que todo seguiría igual, y piensen lo que quieran pero adoraba la rutina que eso implicaba. Ahora que lo pienso, creo que alguna vez llegué a salir de este hueco que es mi subconsciente, pero en este momento simplemente me conformo con esperar lo inevitable. Y es que aveces estoy y aveces no lo estoy.

Creo que conozco a algún Puertas, un tal Ignacio, ¿era así que se llamaba?. Siempre lo taché como un tipo raro pues sólo deseaba comodidad, esos placeres de la mente pero desafortunadamente no deseaba los hermosos e incontables placeres de la vida. Que personaje tan inocente o mas bien molestamente único. Nada me puede fastidiar más que alguien que vive al margen de la conformidad, son tan despreciables, creen que con tener para vivir en realidad lo hacen. Pero no. ¿qué sería de éste mundo sin las grandes mentes?, ¿es que nadie se da cuenta de que les necesitábamos en ese entonces y ahora más que nunca?. Ese cuento de igualdad no tiene principio ni final, ya basta de engaños siempre habrán los que estén arriba y los demás. Como si no supiéramos que en realidad nos persiguen los perseguidos, que son los que ganan los que reescriben la historia, que aunque crean poder luchar nunca lo harán, llegará el momento en que todos van a notar.

Cada vez menos veces lograba mantener la mente en blanco, pensaba que el problema había terminado, ¿podría salir ahora?
-No- me respondían- Estás bien es a causa de las medicinas.
Sí claro, como si la abstinencia a esas pequeñas píldoras que había dejado de tomar dos días atrás lograran su verdadero efecto. Quería salir de allí, deseaba salir, iba a hacerlo. Costara lo que costara, invocara lo que tuviera que invocar y sufriera lo que tuviera que sufrir.

Creo que ya viene siendo hora de tomar medidas drásticas. Ya no lo soportaba más, si algo compartía con ese Puertas a demás de la cama eran las ganas de salir de aquel lugar.

No, no, mejor no. Creo que la vida no es tan mala al fin de cuentas. Podría seguir así, esperar un poco más. Tal vez se marcharía.

Ya no había vuelta atrás. El plan debía terminar.

Sí, lograría sobrevivir. Tan solo tenía que llegar al pabellón de enfermería y tomar unas píldoras. Diez metros, cinco, tres, ya un paso, la puerta al frente.

Al diablo con la indecisión. Es ahora o nunca.




Catalina Rodríguez

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